Pablo González
La Estrategia Energética Española
La ubicación geográfica de la Península Ibérica constituye un factor clave a la hora de poder entender las diferentes estrategias que han diseñado en España a lo largo de la historia.
En efecto, el aislamiento con respecto a Europa derivado de su ubicación en una península periférica y la pobreza en recursos fósiles, han marcado la estrategia energética española de las últimas décadas en torno a un criterio principal: la seguridad de suministro. De hecho, el suministro de energía es esencial para el funcionamiento de nuestra sociedad, tanto en la provisión y prestación de bienes y servicios como en su faceta de factor de producción de utilización general. No obstante, pese a que esta máxima de seguridad de suministro ha prevalecido a lo largo del tiempo, el despliegue de la estrategia ha tomado diversos rumbos, en ocasiones cortoplacistas y poco adaptables, lo que ha conllevado a poner en juego otras variables importantes, como la sostenibilidad económica.
La historia energética española más reciente ha venido derivada por las políticas energéticas europeas, que además de primar la seguridad de suministro, incorporan nuevos cimientos a implantar, tales como la competitividad, la integración de mercados, o la sostenibilidad ambiental. Además, en el entorno más reciente, la pobreza en recursos fósiles de España ha sido compensada en
cierto modo con una riqueza en otro tipo de recursos naturales, tales como el sol y el viento, que han impulsado de forma exponencial el desarrollo de las energías renovables.
En este contexto, el gas natural se ha perfilado, a lo largo de la segunda mitad del s. XX y el s. XXI, como un elemento fundamental del paradigma energético, ya que contribuye a garantizar la seguridad de suministro, por su capacidad para ser almacenado en estado gaseoso y en estado líquido y por la diversidad de orígenes o países productores; a dotar de flexibilidad y robustez el mercado energético, ya que ha actuado como catalizador en el desarrollo de las energías renovables; a preservar el medio ambiente, al tratarse del combustible fósil que menores emisiones de CO2 y de partículas genera; y a la competitividad, ya que se trata de un mercado muy globalizado, especialmente en lo relativo al gas natural licuado.
El gas natural en la estrategia energética histórica de España
Desde que comenzara a introducirse en España a finales de la década de los 60, el gas natural ha experimentado una evolución típica de la penetración de un producto, constituida por tres fases de evolución logística, como la que figura en la figura adjunta:
A. Crecimiento inicial lento.
B. Crecimiento exponencial en el período medio.
C. Crecimiento suavizado por maduración de mercado.
Crecimiento Inicial lento (1969-1998). Estrategia de Seguridad de Suministro
La tímida aparición del gas natural en España comenzó en el año 1967, cuando la empresa Catalana de Gas y Electricidad, constituyó, junto con otros socios, la sociedad Gas Natural S.A. y, liderada por D. Pere Duran Farrel, puso en marcha una iniciativa para importar gas natural desde Libia y comenzó la construcción de una planta de regasificación de Barcelona,
proyecto que finalizó en 1969.
Ese mismo año se recibió la primera descarga del buque Laieta, con un cargamento proveniente de Libia. Esta planta nació con el fin de gasificar a las ndustrias situadas en el área metropolitana de Barcelona a través de una red de baja presión (35 bar).
En 1972 se aprobó un Real Decreto por el que se constituye la Empresa Nacional del Gas (Enagás), participada por el Estado a través del Instituto Nacional de Industria (INI), con la misión de desarrollar la red de infraestructuras de gas.
Hacia el año 1975 se publica el primer Plan de Gasificación, que establecía las bases de expansión del sistema mediante una concesión administrativa otorgada a Enagás. Progresivamente, el suministro de gas fue extendiéndose a otras zonas de la península gracias al desarrollo de infraestructuras tales como el gasoducto Barcelona-Bilbao, los gasoductos que gasificaron Madrid o la incorporación de las plantas de egasificación de Cartagena y Huelva al Sistema Gasista.
En aquella época, los principales consumos de gas eran, fundamental mente, domésticos e industriales y la inquietud por garantizar el suministro de tan incipiente combustible conllevó el desarrollo de interconexiones que permitiesen la entrada de gas desde Noruega, a través de Francia, y de Argelia, a través de Marruecos.
“Era dorada”. Estrategia de Seguridad de Suministro y Flexibilidad
Podría decirse que la era dorada del gas natural en España se inició con la aprobación del primer paquete energético europeo y se desarrolló durante la primera década del s. XXI, periodo durante el cual se produjo el crecimiento exponencial de la demanda de gas natural destinada a consumidores domésticos, comerciales e industriales, así como la incorporación del gas natural al mix eléctrico, a raíz de la implantación de ciclos combinados distribuidos
por todo el territorio.
La Directiva 98/30/CE sobre normas comunes para el mercado interior del gas natural, parte del citado primer paquete energético, fue aprobada en 1998 y tenía por objeto, al igual que los sucesivos paquetes energéticos, mitigar la ausencia de una estrategia y política común europea, estableciendo unos objetivos comunes mínimos que perfilaran la liberalización y libre competencia del mercado gasista europeo. La Ley 34/1998, conocida como
Ley de Hidrocarburos, transposición de la citada Directiva, estableció la necesidad de liberalizar el sistema gasista, de separar las actividades históricamente integradas de transporte y suministro y, en definitiva de termina permitiendo que cualquier consumidor industrial, doméstico o comercial pudiera elegir su proveedor libremente.
La estrategia establecida en la liberalización del sector, desplegada y detallada por desarrollos regulatorios posteriores, requería establecer una serie de reglas que garantizaran la seguridad de suministro, pero que permitieran la progresiva incorporación de nuevos agentes en el mercado. La liberalización completa del mercado se alcanzó en el año 2008, de modo que en el año 2009, cualquier consumidor español tenía derecho a elegir libremente su suministrador de gas.
En esta era, el gas natural muestra además una aportación esencial que marcará su criticidad en el futuro: la flexibilidad; el gas natural se convierte, a lo largo de estos años, en el pulmón que permite afrontar la modulación estacional de la demanda, más acentuada en invierno por las bajas temperaturas, y el catalizador de la implantación masiva de energía renovable en España, ya que, a través de las centrales de generación con ciclos combinados, el gas aporta la disponibilidad que la generación eléctrica con renovables requiere. El funcionamiento de los ciclos combinados suponía, y aún supone hoy en día, la necesidad de disponer de almacenamiento de gas natural para afrontar los arranques o paradas rápidas requeridas ante la elevada variabilidad de las energías renovables.
El rápido crecimiento de la demanda de gas natural hizo necesario que el Gobierno garantizara la seguridad de suministro y el correspondiente despliegue de las infraestructuras a través de la Planificación de los Sectores de Electricidad y Gas.
Si bien la planificación energética no era un concepto nuevo, la Planificación en materia de hidrocarburos, establecida como necesaria en la Ley 34/1998, trató de llevar a cabo una labor diferenciada, impulsando el carácter indicativo, salvo en lo relativo a las instalaciones; este hecho dejaba desvincular a los agentes, respetándose el principio de libre iniciativa empresarial. Dicho documento debía ser aprobado por el Gobierno en colaboración con las Comunidades Autónomas y sería presentada al Congreso de los Diputados.
El primer documento aprobado bajo este formato fue el de la Planificación de los Sectores de Electricidad y Gas 2002-2011, documento que,tan sólo tres años después, tuvo que ser actualizado, debido al vertiginoso crecimiento de la implantación de centrales de ciclo combinado. Así, el gas natural comenzó a desempeñar así su papel de proveedor de flexibilidad energética, que se refrendó en la segunda gran planificación, aprobada en el año 2008 y que cubría el horizonte desde dicho año hasta el año 2016.
Pese a que en la actualidad existen 67 centrales de ciclo combinado, la ‘planificación obligatoria’, como se conoce comúnmente, basó su diseño y
despliegue en unas propuestas indicativas de implantación de más de 100 centrales. No obstante, con la estrategia de implantación de energías renovables para el cumplimiento del Compromiso Europeo 2020, se frenaron las iniciativas originales, ya que se empezó a vislumbrar el papel del sector
gasista como back-up en generación eléctrica. Todo ello, unido a la crisis económica que se inició en 2009, motivó el fin de la gran década de despunte
del sector gasista.
Era de mercado: Estrategia de Seguridad de Suministro, Flexibilidad y Competitividad
Esta época se modera el crecimiento de la demanda y, en consecuencia, el desarrollo de infraestructuras, pero cambia el modelo de negocio del gas natural, y el mercado pasa a ser el guionista del funcionamiento del sector. Esta nueva era ha requerido una armonización regulatoria con Europa exhaustiva,
pero que permitirá poner en valor la seguridad de suministro cultivada en el pasado y la competitividad potencial del sistema gasista español, dotado de
una gran diversificación de orígenes.
El desarrollo de interconexiones entre el sistema gasista español y el resto de Europa es un aspecto crucial en los últimos tiempos, ya que España tiene la oportunidad de convertirse en la puerta de entrada de gas de origen argelino o de gas natural licuado hacia el resto de Europa, tan dependiente del gas ruso. Además, dichas interconexiones permitirían a España beneficiarse de una integración de mercados que abaratará el precio del gas natural, fomentando con ello un aspecto clave en el desarrollo de un mercado: la competitividad.
Actualmente, los consumos de gas natural se segmentan en dos grandes grupos:
Demanda convencional, tanto la suministrada a través de gasoducto como de cisternas, que engloba la demanda doméstica, comercial e industrial.
Demanda del sector eléctrico, que incluye los consumos de gas realizados por las centrales térmicas de ciclo combinado, así como las centrales termosolares que requieren cierto apoyo de combustible fósil para arranques y paradas.
Las infraestructuras gasistas actualmente en operación son las siguientes:
El papel del gas natural en la estrategia futura (los grandes retos del gas): Seguridad de Suministro, Flexibilidad, Competitividad y Sostenibilidad
La estrategia energética futura deberá continuar garantizando la continuidad de suministro del sector doméstico, industrial y de generación eléctrica, por lo que el gas natural continuará contribuyendo a tal fin. Pero, a partir de este momento, el papel que el gas natural tiene que desempeñar debe estar enfocado a la sostenibilidad energética. Las políticas de descarbonización acordadas en el seno de la UE deben ser desarrolladas en España, y el gas natural está posicionado como el único combustible fósil que, por sus bajas emisiones de CO2, otros contaminantes y partículas en suspensión, puede contribuir positivamente a descarbonizar el sistema energético. El sistema de generación eléctrica actual cuenta con un hueco térmico dominado por el carbón, como consecuencia de su ventaja competitiva frente a los precios actuales del gas. No obstante, la esperada y anunciada bajada de precios de gas natural, fundamentalmente motivada por la sobreproducción, así como las políticas de control de emisiones de CO2, convertirán al gas natural en el combustible que dé respaldo a la generación con energías renovables, en ausencia de los recursos naturales que éstas necesitan.
Otro de los grandes retos de la descarbonización está enfocado al transporte, y nuevamente el gas natural tiene ante sí el reto de gasificar el transporte, tanto en fase líquida, como GNL para buques, ferrocarriles y vehículos pesados, como en fase gaseosa, como GNC para vehículos ligeros. El liderazgo del sistema gasista español en plantas de regasificación, así como su destacable mapa logístico de camiones cisterna y plantas satélite, hacen del gas natural el candidato ideal para protagonizar la descarbonización del transporte.
Pero, además, el gas natural tendrá que contribuir a todo ello garantizando un precio asequible que garantice la competitividad industrial, ya que dicho sector supone prácticamente el 60% del consumo actual de gas natural y es un segmento esencial en el desarrollo económico de España. Un aspecto clave al que el gas natural tendrá que hacer frente es la implantación de medidas de eficiencia, que disminuirán los consumos unitarios, pero que podrían permitir un despliegue mayor de la tecnología hasta alcanzar nuevos nichos de mercado, que en la actualidad consumen otro tipo de combustible. Como conclusión, el gas natural, que nació con una clara vocación de garantía de suministro energético, ha ido completando sus aportaciones a la estrategia energética española, comenzando por la flexibilidad para el desarrollo de otras energías y continuando con la competitividad que la industria necesita. A partir de ahora deberá mantener esos tres pilares básicos e incorporar el cuarto a su perfil de ventajas: la contribución a la consecución de las estrategias de sostenibilidad ambiental del sistema energético a largo plazo.